No hay edad para aprender a andar en bicicleta

Vídeo del curso

Este nuevo curso de aprender a andar en bici post confinamiento ha tenido la intensidad del momento. Mujeres empoderadas, rebeldes, algunas osadas otras temerosas pero todas valientes.

No hay edad para aprender a andar en bicicleta, me recuerdo ante mi gesto de reserva cuando un joven me dice “quiero apuntar a mi amama al curso” “¿qué edad tiene?» le pregunto, “73 años” “bueno, me oigo decir, no se, tal vez sea un poco mayor”, “pero ella es muy deportista y activa”, me dice el nieto entusiasta, “bueno, me vuelvo a oír decir, siendo así y teniendo ilusión”, qué carajo, no, no hay edad apara aprender a andar en bicicleta y además, quién soy yo para poner edad.

No se lo digas a la profesora de yoga, por favor”, le dice una de ellas a la amiga, “me desaconsejó que lo intentara a esta edad pero, me hace tanta ilusión”. Nosotras le diríamos a la profesora de yoga que Maria José, pese a las palabras de desanimo diarias de su marido, “¿a que hoy tampoco has cogido pedales?” no solo ha cogido pedales y ha pedaleado libre por la explanada del museo marítimo sino que, a partir de ahora, es una mujer aún mas poderosa que sabe que con su ilusión y voluntad puede mover el mundo. Más ahora que se ha encontrado en el curso y después de 25 años con la incansable y enérgica Miren, amiga de la juventud.

Fíjate las ganas que tengo de aprender a andar en bicicleta, que hoy querían venir a ver mi piso que he puesto a la venta y les he dicho que imposible, claro, no les he dicho que era porque comenzaba el curso de aprender a andar en bici”, nos dice otra mujer.

Y qué me decís de la tía y la sobrina que llegaron desde Getxo con una misión; que la sobrina aprendiera a andar en bici después de varios intentos fallidos y no solo lo consiguió y hasta cambió las marchas sino que ya solo piensa en comprar una bici de segunda mano y pasear juntas por el bidegorri de Getxo. Reconozco que me ha sorprendido la tenacidad de la tía.

Muchas historias como la de Melisa o Irene, más jóvenes pero igual de entusiastas. Este año no hemos tenido ningún hombre, “¿por qué no hay hombres?” me pregunta Irene, “ellos siempre fueron los mimados de este sistema patriarcal, los que tuvieron bicicleta y tiempo. “Espera, te voy a enseñar mi bicicleta de 7.000€”, le dice a un monitor hombre el marido de una cursillista que nunca tuvo ocasión de aprender a andar en bici. Cómo decirle que a nosotras no nos conmueven las máquinas sino los corazones y las ilusiones humanas y que por eso estamos enamoradas de estas valientes y bravas mujeres. “Tengo 65 años”, nos reconoce una de ellas. Otra nos dice que los maridos no valen para enseñar a andar en bici. El problema no es que no valgan para enseñar, el problema es que no las apoyan, ni las animan, ni las admiran, ni las cuidan, ni las miman como ellas se merecen pero, ya están ellas para cuidarse, para animarse, para disfrutar y reír y sentirse todo lo grandes que son. Ellas fueron y son las cuidadoras y ahora además son mujeres empoderadas sobre dos ruedas. Los moratones se pasan, pero la alegría entre las piernas pervive eternamente. A veces me pregunto cómo hubiera sido el mundo si las que cuidan además hubieran aprendido a andar en bicicleta en igualdad de condiciones y pienso que, hubiera sido distinto, menos desigual.

Como siempre, un placer.

Marta